Dirección de orquesta

Es una imagen sonora ideal que el intérprete asume como creencia y deseo: cree y desea que su concepto o imagen ideal sea una réplica en todos sus detalles de la intención del autor.

La herida devino en gangrena, resultando en la muerte del compositor y director al cabo de varios meses.

Con el tiempo, el bastón de director se hizo más pequeño y ágil, convirtiéndose en la actual batuta.

[1]​ En los siglos XVII y XVIII lo más frecuente es que fuesen los propios compositores quienes al mismo tiempo las dirigieran.

Cuando esto no era posible, se recurría a un músico de la orquesta, casi siempre el concertino (Konzertmeister) o bien el realizador del bajo continuo, para que ejerciera dicha labor.

No obstante, grandes compositores subsistieron principalmente de su labor como directores de orquesta, como Hector Berlioz, Felix Mendelssohn, Ludwig Spohr, Carl Maria von Weber, Richard Wagner, Gustav Mahler y Richard Strauss.

Algunos de estos, y otros más, han dejado obras teórico-prácticas sobre la profesión de director de orquesta, como Hector Berlioz (Le Chief d'Orchestre), Richard Wagner (Über das Dirigieren), Felix von Weingartner (Über das dirigieren), Hermann Scherchen, Günther Schüller (Conducting Technique), Enrique Jordá, etc.

No obstante, se puede resumir la labor del director de orquesta en dos apartados principales: el desarrollo recreativo (en el sentido de volver a crear), o interpretativo, y el desarrollo técnico, conveniente y necesario para llevar a cabo el primero.