Mujer decidida, autoritaria y superficial, no dudó en aprovechar la oportunidad de conocer a esa fascinante celebridad literaria.
Esas cartas extrañas, histéricas y mal escritas muestran un Poe consumido por una pasión desequilibrada y obsesiva- en el prólogo biográfico de su traducción de la obra del autor, Julio Cortázar dice que se encaprichó de sus ojos, lo que recuerda los dientes en Berenice- por la entonces joven dama que, ella dijo que porque le sonaba mejor, rebautizó Annie.
Esta pasión, demostrada en las cartas, habría sido paralela a su breve y desafortunado compromiso con Sarah Helen Whitman, que recibía de su prometido cartas similares de amor desbordado.
Annie pronto lamentaría su decisión de sacar a la luz su correspondencia secreta.
El romance platónico con Poe le pareció una ofensa a la memoria de su querido padre Charles Richmond.