Andrés Duque

A través de su obra recorremos espacios insólitos; descubrimos personajes divinamente raros que interactúan con el cineasta.

En el año 2000 se trasladó a Barcelona, España donde estudió un Máster en Teoría y Práctica del Documental Creativo.

Alude, en primer lugar, al hecho de que estamos considerando una nueva generación, si bien -y esta contradicción nos complace- no todos ellos se pueden agrupar generacionalmente.

De manera similar a cómo el cineasta estadounidense Jonas Mekas recuperaba sus registros analógicos antiguos.

En esta etapa, produjo tres películas: Color perro que huye (2009), Ensayo final para utopía (2011) y Primeros síntomas (2015).

Aunque incierto, el viaje no fue en vano: Duque logra capturar la belleza de este territorio fronterizo en su filme Carelia, internacional con monumento (2019).

Esta propuesta implica reevaluar las lógicas narrativas dominantes y analizar los cambios ocurridos en el cine experimental en las últimas cuatro décadas.

Zulueta, a quien la crítica y el público de su tiempo no supieron comprender, logró un merecido reconocimiento póstumo.

Paralelo 10 (2005) En una esquina de Barcelona, una mujer filipina realiza todos los días un ritual mágico-geométrico cuyo significado permanecerá oculto al espectador.

“Su amor por el mundo la aleja del mundo- comenta la voz en off.- Hay conexiones por todas partes, pero están escondidas”.

En Paralelo 10, no hay ningún intento de explicar al otro; sí, en cambio, para conceder un lugar a esa otredad, desde donde la protagonista pueda desplegarse en toda su complejidad.

En esta obra, el autor condensa por primera vez su visión narrativa híbrida, mientras propone una nueva forma de representación que disuelve la figura del "otro" en un espacio liminal y onírico.

En esta obra, Duque destaca por su manejo poético del material en video, que se convierte en memoria digital viva y mutable.

En Color perro que huye, Duque consigue explorar los límites del lenguaje audiovisual y transforma el acto de recordar en un ejercicio profundamente creativo.

La película se centra en Karavaychuk como una figura compleja, cuya música refleja su espíritu indomable y fuera de lo común.

La exploración del subsuelo, tanto físico como metafórico, se convierte en un motivo recurrente que simboliza las capas de la memoria reprimida.

Aunque el filme se realizó cuatro años antes del conflicto en Ucrania, ha sido interpretado como un reflejo anticipatorio de la guerra provocada por Vladimir Putin [2].

Esto le permite construir un lenguaje propio, que a menudo se articula en capas superpuestas de percepción y afecto.

Duque no es un observador distante; interactúa con los personajes y los espacios, incorporando su subjetividad como parte esencial del relato.

La página web del cineasta presenta una amplia y variada colección de escritos que profundizan en su obra.