[1] Se sabe de sus dudas y vacilaciones sobre esta desconcertante orden divina de recibir en la Iglesia al perseguidor de los cristianos, dudas que Ananías expone al propio Dios con la sinceridad de un auténtico creyente, pequeño diálogo sobre el trato íntimo y familiar del creyente con Dios.
[1] San Agustín afirma que Ananías era sacerdote, y en la tradición hagiográfica se lo señala como obispo de Damasco, y evangelizador de Eleuterópolis.
[2] Estaba predicando por los territorios de Siria cuando fue arrestado por el gobernador Licinio y condenado a muerte.
Sus reliquias se conservan, desde antiguo, en San Pablo de Roma.
[3] La que fue su casa en Damasco se conserva y venera como la Capilla de San Ananías.