Es un fenómeno normal en la infancia y adolescencia aunque suelen desaparecer naturalmente con la edad.
No supone ningún problema salvo que afecte al desempeño funcional o incite a actitudes violentas.
[1] Así, algunos los consideran una presencia física indistinguible del resto de personas, mientras que otros dicen verlos únicamente en sus cabezas.
Cuando los niños se adentran en este mundo de fantasía e imaginación, los padres solo tendrán razones para preocuparse si su hijo se aferra al amigo imaginario a tal punto que lo impida cumplir con sus tareas y compromisos cotidianos, o si observan que su hijo ya no desea tener amigos reales para jugar y relacionarse.
Otros afirman que el fenómeno se da normalmente en los niños más sensibles, con mayor imaginación y fantasía.