Un hecho conspiraría para generar las condiciones para el nacimiento del amateurismo marrón: la inevitable difusión del deporte en las clases sociales media y baja, lo que se tradujo en una participación creciente de deportistas de esos orígenes, y el consiguiente flujo económico que causó tal popularización.
La primera decisión -en muchos casos- fue eximir a los mejores deportistas del pago de cuotas sociales.
Durante muchos años este hecho fue un secreto a voces pues no se lo reconocía explícitamente, por el contrario, se expresaba formalmente un total amateurismo, por temor a las consecuencias legales y reglamentarias que traería aparejado el hacerlo público.
[7][8] En muchos casos, este estado de cosas desembocó en la escisión de las entidades, formándose en varios países una liga "profesional" con los clubes que decidían terminar con la anómala situación y admitir su profesionalismo, quedando en la "liga primitiva" los clubes que aún se reconocían como amateurs (aunque sea solo en apariencias).
Ejemplos "fronterizos" son las remuneraciones muy pequeñas para jugadores de divisiones inferiores o premios pecuniarios casi insignificantes como recompensa por partidos ganados.
Surgía el problema cuando, para competir en un campeonato internacional, una asociación formaba selecciones compuestas solo por amateurs, prescindiendo de sus profesionales para cumplir con las exigencias del reglamento, pero otra asociación alineaba un equipo integrado por jugadores que vivían del "amateurismo marrón", con lo cual esta última selección gozaba de una evidente ventaja deportiva.
En tanto las economías de estos países eran dominadas por el Estado conforme al esquema económico del marxismo, la autoridad estatal controlaba el mercado laboral y el acceso a bienes y servicios, así el Estado recompensaba a los deportistas más destacados con facilidades para vivienda gratuita, becas estudiantiles permanentes, o empleos muy poco exigentes en la burocracia o las fuerzas armadas, sin ninguna dificultad para obtener licencias laborales pagadas por tiempo indefinido.
Estos deportistas se enfrentaban en Juegos Olímpicos y demás torneos internacionales contra competidores extranjeros genuinamente aficionados pero que, viviendo en economías capitalistas, no gozaban de tales apoyos gubernamentales ni de patrocinio estatal, por lo cual las diferencias en entrenamiento entre ambos grupos eran apreciables.
Esto suscitaba un importante negocio económico para los clubes, por lo que conformar y retener un plantel poderoso era vital para continuar atrayendo espectadores.
Como todavía en esa época el amateurismo aún era regla obligada, las retribuciones a los jugadores se hacían de manera solapada, si bien era por todos conocido e incluso la prensa se hacía eco de los rumores e intentaba sacar a la luz el engaño.
—«No puedo, esas cosas no se dicen.» —«Pero nómbreme, aunque más no sea, las iniciales.» —«Si se conforma con eso, anote: Boca paga 100 pesos por domingo a sus jugadores; Racing, 80; River, 75 y San Lorenzo, 70.» —«¿Y ustedes como se arreglan?.» La "Asociación Amateurs Argentina de Football", nacida con la fusión en el año 1919 de las dos entidades del fútbol argentino, volvió a escindirse en 1931 al crearse la primera liga profesional del fútbol argentino, la "Liga Argentina de Football", la amateur terminaría por languidecer y ser finalmente absorbida por la profesional, cerrando la etapa de amateurismo marrón del fútbol de ese país.
Para los más destacados clubes (Nacional y Peñarol) los recursos asignados a esos destinos representaban porciones apreciables de sus presupuestos anuales.
[23] Los clubes competían entre sí sobre quién lograba dar mayores recompensas a las máximas estrellas, arrebatándoselas al rival.
Como eso era poco comparado con lo que pagaba Nacional, se decidió además darles a cada uno $ 2 luego de cada partido.