Aunque la provincia había llegado a ser abrumadoramente de habla alemana, una gran minoría eslavoparlante permanecía en Alta Silesia.
Históricamente, Alta Silesia no pertenecía a la Rzeczpospolita dividida por Rusia, Austria y Prusia.
Sólo el nacionalismo étnico polaco en la segunda parte del siglo XIX llamó la atención al nacionalismo polaco cómo por el hecho de su riqueza en recursos naturales, clave para la modernización en la época de la industrialización.
[4] Después de la Primera Guerra Mundial, durante las negociaciones del Tratado de Versalles, el gobierno alemán afirmó que, sin la Alta Silesia, no podría cumplir con sus obligaciones con respecto a las reparaciones a los Aliados.
A cambio de Masuria, Prusia no reconoció el idioma autóctono de la Alta Silesia como tal sino lo clasificó como parte del polaco, sin haber hecho estudios más profundos para justificarlo.
En total, la revuelta se cobró al menos 35 vidas y dejó varios centenares de heridos[3].
Los miembros de los Freikorps alemanes se unieron entonces en la Selbstschutz Oberschlesien (SSOS) y comenzaron a contraatacar.
Korfanty cedió a esta presión, quiso ver el levantamiento sólo como una manifestación militar y ordenó el cese de los combates.
Los soldados italianos de la Comisión Interaliada pagaron este esfuerzo con 19 muertos y 34 heridos.
Polonia no reclamó la Alta Silesia como su territorio hasta finales del siglo XIX, e incluso Piłsudski sólo se mostró reacio a prometer su apoyo[7] por la falta de conexión histórica con la génesis del Estado y la nación polacos.
Por otro lado, Prusia no había perseguido la construcción de la nación alemana en sus provincias orientales con la suficiente intensidad como para crear hechos.
Las tensiones sociales[8] tanto en el campo como en la zona industrial buscaron pragmáticamente su salida en el nacionalismo ante las mejores condiciones.