Es la pieza principal de la restructuración que el obispo franco Angilberto II llevó a cabo en San Ambrosio.
La antigua basílica, con su patrimonio de reliquias, es el lugar donde se manifiesta el programa político y religioso que guio la reorganización de la ciudad y del territorio por parte del obispo, representado por el poder carolingio.
Las cuatro caras laterales están decoradas con paneles y a su vez divididos en historias más pequeñas.
Luego, la lectura continúa en el lado opuesto, siempre comenzando desde el exterior, para transmitir al observador hacia la cruz en el centro, símbolo de Salvación.
Plaquitas de esmaltes polícromos y gemas (algunos originarios, otros posteriores) adornan los marcos.
Las figuras también se destacan sobre el fondo neutro, con cuerpos plásticos y cortinas envolventes.