Fidel pasó su infancia en su pueblo natal, donde se instruyó en las primeras letras y ayudó en las labores agrícolas.
En 1871 recibió la Cruz al Mérito Militar con la condecoración roja y fue ascendido a Capitán.
Santocildes, con más experiencia y rango, se trasladó a la Provincia de Oriente con el Batallón Cazadores de Chiclana, donde pudo desarrollar y aplicar tácticas de guerrilla y contrainsurgencia, adaptándose a las difíciles condiciones del terreno cubano.
Permanecería en Cataluña durante tres años, teniendo que ir brevemente a la Seo de Urgel para impedir un movimiento republicano allí.
Durante su segundo mandato en Cuba, sería el comandante militar de Holguín y Manzanillo.
Durante la guerra, personalmente le dijo a Antonio Maceo Grajales que era el oficial más capaz al que se había enfrentado jamás.
[5] La rebelión se fortaleció por la unión y determinación de los insurgentes, reacios a negociar.
Cuando finalmente se lanzó la ofensiva, Campos cometió un error táctico al intentar aplicar estrategias de guerra convencional en un territorio accidentado y muy frondoso.
El general Martínez Campos, al tomar el mando, logró finalmente cruzar la columna y llegar a Bayamo, a pesar de estar en desventaja numérica.
Su cuerpo fue expuesto en una capilla ardiente en el Casino Español de Bayamo, donde recibió honores militares y la población le rindió homenaje, fue enterrado en esa misma ciudad.
En 1896, en reconocimiento a su heroísmo y sacrificio, Santocildes fue condecorado póstumamente con la Cruz Laureada de San Fernando, que conllevaba una pensión de 2.500 pesetas, transmisible a su viuda, Dolores Miyares.
El matrimonio tuvo dos hijas y un hijo, Gonzalo Alonso de Santocildes y Miyares, que se formó en la Academia de Toledo, siendo destinado como segundo teniente en el Batallón Cazadores Ciudad-Rodrigo.
Un sobrino suyo, Alejandro Santocildes Barrio, es también referido como cabo en el Regimiento Covadonga n.º 40, poco después de la muerte del general.