Creó una sociedad matriz, Sidro, con intereses en la Barcelona Traction y otras empresas similares.
Alfred era católico practicante y se casó con Madelaine Missone en agosto de 1908, cuando ella tenía veinte años.
[3] También participó en otros negocios que le rindieron muchos beneficios, como la fabricación artificial de seda, esta vez con James Dunn, canadiense establecido en Londres, como socio.
[4] La sociedad usada para adquirir British Celanese, el fabricante de seda artificial, fue International Holding and Investment Co.
"[5] Fue el miembro belga del sindicato financiero que promovió la Barcelona Traction, perteneciendo al consejo de administración entre 1918 y 1925.
El comprador fue Sofina, de forma que esta sociedad pasó a controlar, indirectamente, la Barcelona Traction.
[5] En 1926 constituyó en Montreal, Canadá, otro grupo de empresas, Hydro-Electric Securities, con el mismo objetivo, esta vez enfocado al mercado americano.
El motivo era simple: mientras que la Barcelona Traction no tenía resultados económicos satisfactorios y tenía que hacer frecuentes reestructuraciones de la deuda e incluso reducir el valor del capital, la Brazilian Traction presentaba unos buenos resultados.
En la década de 1920 viajaba constantemente en su propio avión particular cuando esto era visto como una costosa excentricidad.
[15] El cielo estaba despejado y no se esperaban vientos fuertes.
[16] Donald Drew, el piloto, había comentado que iba a ser un vuelo muy tranquilo.
Lo más apropiado habría sido que el avión se desviara a la pista de aterrizaje en Saint-Inglevert, situada entre Calais y Dunkerque.
Inmediatamente los militares comenzaron a correr por la playa en dirección al aparato y empezaron a hacer preguntas, en el momento en el que los pasajeros y la tripulación habían desembarcado.
El piloto Drew se comportó de manera particularmente extraña, evadiendo sus preguntas durante media hora, hasta que finalmente admitió que habían perdido a Alfred Loewenstein en algún lugar del Canal de la Mancha.
Las seis personas a bordo estarían casi seguramente al tanto del asesinato.
Nadie fue acusado del asesinato, en cuanto a Loewenstein, era tan impopular entonces que terminó siendo enterrado en una tumba sin nombre.