Alejandro de Jerusalén

Alejandro fue hecho prisionero por su fe en el tiempo de Alejandro Severo y cuando fue liberado fue a Jerusalén, donde se le nombró coadjutor del obispo de Jerusalén, San Narciso, del que se dice que contaba con 116 años.

Fue Alejandro quien permitió que Orígenes, entonces un laico, pudiera hablar en las iglesias.

Fue una decisión polémica pero consiguió defenderse extendiendo otros permisos de la misma naturaleza dados incluso al mismo Orígenes en otros lugares, incluso a pesar de su juventud.

Alejandro fue especialmente reconocido por la biblioteca que construyó en Jerusalén.

Cuando las bestias salvajes fueron soltadas para que lo devoraran, algunas lamieron sus pies, y otras se recostaron la arena del coliseo.