Sus repetidas buenas actuaciones le valieron para años después (en 1939) cambiar de colores e integrar las filas del Sporting Tabaco.
Disputó un solo partido, ante Uruguay, reemplazando al aliancista Gerardo Arce, quien años más tarde se transformaría en un compañero inseparable.
El entrenador Adelfo Magallanes Campos se vio así prácticamente obligado a incluirlo entre los once titulares.
Los íntimos acabaron esa temporada ubicados un punto arriba sobre su más cercano perseguidor y campeón del año anterior, Atlético Chalaco.
Sudamérica comenzó a conocer su rudeza: cosechó su primera expulsión ante la selección uruguaya (derrota de 1-0).
En el equipo destacaban glorias del balompié nacional como Félix Castillo, Joe Calderón, Manuel Drago, Carlos Gómez Sánchez, Cornelio Heredia y (nuevamente) Gerardo Arce.
González también sería expulsado en este torneo, esta vez en el partido que Brasil vapuleó sin piedad a la selección por 7-1.
Su rudeza imponía temor y respeto entre los más afamados jugadores de la época, sobre todo en los brasileños, campeones del certamen.
Posteriormente lo hicieron José Castañeda, Carlos Gómez Sánchez, Alfredo Cavero, Rafael Goyeneche, Guillermo Marchena, Leonidas Mendoza y Gilberto Torres.
Pero el América no colmó las expectativas, y quedó décimo entre 16 equipos, a 15 puntos del campeón Deportivo Caldas.
Con casi 35 años a cuestas, en 1951 decidió ponerse nuevamente la divisa blanquiazul, para fungir doble función como entrenador y jugador.
En el trayecto de regreso a Chiclayo, ocurrió la primera tragedia que enlutó al deporte peruano.