Alcorlo tuvo sus primitivos orígenes en un lugar diferente al que todos conocimos.
El antiguo poblado era conocido como “La Puebla” y existen señales que indican que fue en un paraje situado a una distancia de 1 km en dirección este, lugar conocido actualmente como “Santecilla”.
Al cultivar la tierra a veces en ese lugar aun siguen aflorando restos de tejas, vasijas y utensilios.
Un día, los enemigos acantonados en Atienza llegaron nada menos que al desfiladero del Congosto y pueblo de Alcorlo defendido por un castillete y poseído por el arzobispo Carrillo, a quien lo diera Juan II luego de confiscar sus bienes a Juan de Tovar, señor de este y otros lugares, por haberse pasado al bando del navarro; se apoderaron del castillo por fuerza de armas aportillándolo después, saquearon el pueblo y tornáronse a Atienza luego de desmochar la atalaya o torre fuerte situada en el Congosto, por cuyo pintoresco desfiladero corren las aguas del Bornoba.
En esas fechas el pueblo se compone de 33 vecinos, 8 viudas y 9 menores.
En 1825 la población de este pueblo la componían 60 familias y 235 almas pero en 1845 (veinte años después) la población había disminuido considerablemente no llegando en esos momentos más que a 161 almas distribuidas en 38 familias[4] (aproximadamente la mitad).
Esto me lleva a calcular que habría en torno a 400 o 500 personas, incluso una vez escuché que por aquellas fechas Alcorlo era tan importante en población y riqueza como Jadraque o Atienza.
Actualmente en el lugar se encuentra una ermita alojando en su interior las imágenes religiosas del pueblo.
Se oficia una misa con procesión del Santo por los alrededores de la Ermita y continúa con una comida campestre popular acompañados por música tradicional.