Otro hermano, Abú Áhmed, que le había apoyado y mandado las tropas en su defensa, fue encarcelado.
[4][5] Los jefes militares turcos empezaron a conspirar contra el califa en octubre del 861, al que planeaban asesinar.
Contaron con la aquiescencia, al menos tácita, de al-Muntasir, cuyas relaciones con su progenitor empeoraron rápidamente.
[8][9] Inmediatamente después este convocó a sus hermanos para que le jurasen fidelidad.
[14] Los turcos estrecharon el control sobre el gobierno y escogieron a un primo del difunto para ocupar el trono califal: al-Mustaín (862-866).
Allí se les unieron numerosos partidarios y se coligaron con el gobernador tahirí de la ciudad, Muhammad ibn Abdallah ibn Tahir, que emprendió su fortificación en previsión de un ataque.
[17][18][19] Abú Ahmad desempeñó un papel crucial en el asedio y durante las operaciones forjó una estrecha relación con los jefes militares turcos que luego le permitieron ser el regente virtual del califato junto a su hermano al-Mutamid (870-892).
[1] Nombró visir a Ahmad ibn Israíl, que había sido antes su secretario durante el reinado de su padre.
[23] A continuación, el califa decidió encargarse de los poderosos oficiales turcos Wasif al-Turki y Bugha al-Saghir.
Otro poderoso jefe turco, Musa ibn Bugha al-Kabir, fue desterrado a Hamadán por las mismas fechas.
Aunque fue derrocada por los abasíes en el 905, la dinastía tuluní hizo de Egipto una región separada, por primera vez desde los tiempos faraónicos.
[29] En el este fueron los levantamientos alidas los que debilitaron la autoridad tahirí y finalmente permitieron la fundación de un Estado zaidí en Tabaristán regido por Hasán ibn Zayd.
Al mismo tiempo, Yaqub ibn al-Laíz al-Saffar comenzó a hostigar a los decadentes tahiríes para arrebatarles el control de las provincias orientales del califato, si bien no pudo hacerse con el trono califal en el 876, como pretendía.