Los relatos de los libros 1 y 2 tienen una estructura dialéctica, en la que los personajes entablan una discusión o debate.
Ampliamente leído en la antigüedad, el poema suscitó respuestas de varios poetas romanos.
Para el Período Clásico, los aspectos etiológicos eran características comunes de la tragedia ática y los epinicios.
[3] Por ejemplo, las obras teatrales de Esquilo y Eurípides intentaban explicar los rituales atenienses situándolos en el pasado mítico.
Desde unos pocos versos hasta extensas narraciones, están unificadas por una métrica común: el dístico elegíaco.
[11] La segunda mitad de los Aitia no sigue el patrón establecido en los libros 1 y 2.
En su lugar, las etiologías individuales se sitúan en diversas situaciones dramáticas y no forman una narración contigua.
[6] La helenista Annette Harder, por su parte, escribe que Calímaco comenzó a trabajar en la Aitia en su juventud y siguió desarrollando su contenido durante toda su vida.
[21] Junto con el diegeseis, una colección de resúmenes en prosa, estos fragmentos han permitido a los estudiosos formar una visión general bastante completa del poema.
[24] Sin embargo, no todos los comentaristas romanos tenían una opinión favorable de la obra: el epigramático Marcial dedicó un poema (10.4) con el sentimiento de que la Aitia, con su oscuro contenido mitológico, era irrelevante para la vida romana contemporánea.
[22] La crítica moderna ha destacado la Aetia como la obra más importante en el estudio de Calímaco.
El poema es considerado por la clasicista Kathryn Gutzwiller como su obra «más influyente y original».