Agustín Vicente Gella

Su hermano Álvaro, médico, fue alcalde de Teruel y procurador en Cortes.En 1927 ingresó en el Colegio de Abogados de Zaragoza, en el que permaneció como abogado en ejercicio hasta 1947, continuando después adscrito al mismo como no ejerciente.En 1932 fue pensionado por la Universidad de Zaragoza para realizar estudios en el extranjero.Como tal, pronunció el discurso de apertura del año académico 1963-1964.Según Manuel Jiménez de Parga, antiguo alumno suyo, lo que lo hizo posible fue la autoridad moral que se le reconocía a Agustín Vicente Gella, tanto dentro como fuera de la Universidad.Ha sido llamado con acierto rector de la paz universitaria».[2]​ Según Juan Rivero Lamas, secretario general de la Universidad cuando Vicente Gella fue rector y posteriormente decano de la Facultad de Derecho, su mandato fue una fase de pacificación y puesta en orden de los temas más conflictivos, que Vicente Gella abordó hablando con todos y convenciéndoles con sus argumentos, superando divisiones y encontrando soluciones beneficiosas para todos.Durante su mandato no se impuso ni una sola sanción a ningún estudiante y se cerraron todos los expedientes incoados previamente.A pesar de las protestas estudiantiles de la época, que pedían el final de la dictadura franquista, el rector logró evitar que la fuerza pública entrara en el campus universitario ni un solo día durante su mandato.En esta época también se logró ampliar la Universidad con la Facultad de Ciencias Empresariales y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, si bien su aprobación formal no llegó hasta que se relevó a Agustín Vicente Gella del cargo.[2]​ Otros artículos destacan la facilidad y claridad en la exposición de sus lecciones, la amplitud y profundidad de su sabiduría y su capacidad para hacerla accesible al más torpe, sin con ello reducir el rigor científico,[10]​ su prodigiosa agudeza e imaginación científica para mostrar proyección de las normas mercantiles en los distintos ámbitos del ordenamiento jurídico y su rigurosa lógica para el derecho.[10]​ Respecto a su trato personal, las fuentes destacan su exquisitez, actitud irónica y crítica ante la vida, su refinada elegancia intelectual, su independencia y librepensamiento,[2]​ su inteligencia privilegiada y lucidez,[9]​ su honradez y el respeto hacia el alumno,[10]​ Siempre estaba dispuesto a entenderse con quien pensaba de otro modo y tenía una gran capacidad de convicción no quitándole nunca del todo la razón a su interlocutor.