[1] Al margen del origen servil de su trabajo (como ujier o mayordomo), el acomodador es objetivamente útil cuando, ya iniciada la representación o proyección y con la sala a oscuras, guía al público hasta su asiento con la ayuda de una pequeña linterna.
Además, ejerce funciones de vigilancia dentro de la sala durante la proyección: mantenimiento del silencio y del orden entre los espectadores pudiendo llegar a amonestar a quien no lo respete o, en último caso, expulsarle.
En algunos países existe la costumbre —ya casi perdida— de darles una propina, con discreción, tras haber realizado su servicio o cuando hacen entrega al espectador del programa de mano del espectáculo.
La figura del acomodador tiende a desaparecer por diversas razones y circunstancias, una de ellas —la más superficial o evidente— pueden ser esas pequeñas luces en los laterales del pasillo iluminando el número de cada fila, que ejercen ahora la función de guía antes realizada por el acomodador.
Finalizada la representación y habiendo aplaudido "como un enloquecido" desde su localidad en el último anfiteatro (el famoso "gallinero"), se le "acercó un acomodador con aire sibilino", y le dijo:[5] - Mucho.