Tras ver un metraje de un informativo en el que se la ve junto a Adolf Hitler en tiempos de la guerra, Frost le pide que la lleve a los cuarteles generales del ejército para buscar un archivo sobre ella.
Agradecida por su gesto, decide visitarla a su apartamento, donde las dos reconocen estar enamoradas del mismo hombre, por lo que Phoebe se marcha devastada.
"La mujer estaba agradecida de que los aliados hubieran venido a arreglar el gas", recordaba Wilder.
Una noche, tanto ella como su marido Frank Ross fueron a casa de Wilder para discutir sobre el favoritismo hacia la actriz alemana.
Wilder recordó que cuando algún miembro del reparto o técnico tenía frío, esta le preparaba un caldo de pollo.
Años más tarde, Arthur llamó a Wilder para decirle que le gusto la película tras verla.
Poco después, Wilder estrenaría The Emperor Waltz en el Radio City Music Hall.
[1] El crítico del New York Times Bosley Crowther declaró: "La película es entretenida y elegante con humor inteligente y realista con mensajes, puede que al Congreso no le guste la película... e incluso el Departamento de Defensa la encuentre vergonzosa.