La proclamación respondió a la necesidad de visibilizar los desafíos que enfrentan los afrodescendientes a nivel global, muchos de los cuales están ligados al legado histórico de la esclavitud y la trata transatlántica.
El Año fue ideado como un catalizador para intensificar los esfuerzos internacionales dirigidos a combatir el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y otras formas de intolerancia, y promover una integración más plena de los afrodescendientes en todos los aspectos de la sociedad.
Estas reuniones también resaltaron las contribuciones culturales y sociales de los afrodescendientes.
[3] Simultáneamente, una coalición global de organizaciones civiles promovió actividades culturales, conferencias, eventos educativos y seminarios en distintas regiones del mundo, buscando sensibilizar a la opinión pública y generar un cambio positivo en las condiciones de vida de los afrodescendientes.
Fue un momento crucial para reflexionar sobre el racismo estructural[4] y avanzar hacia sociedades más inclusivas.