Se doctoró en 2005 en la misma universidad con la tesis "Revolución, lesbianismo, constitución y género en Venezuela".
[3] Especialista en estudios de género y violencia contra las mujeres, ha realizado numerosas investigaciones sobre este tema.
En base a estas áreas de investigación, ha realizado diferentes aportaciones a la teoría política, reflejadas en sus obras, y es una abanderada de grupos lésbicos y minorías sexuales en su país de origen:[12] Según la autora, la revolución feminista es la única que promete una sociedad igualitaria, justa y equitativa; en pocas palabras, una sociedad verdaderamente humana.
En otras palabras, la revolución feminista sabe que su enemigo, el patriarcado, se manifiesta de diferentes maneras, teniendo una forma de existencia múltiple, no localizable en una sola realidad ni en un determinado espacio ni en un determinado tiempo.
La explotación sexual de las mujeres revela el tratamiento que una sociedad patriarcal, como la venezolana, da a quienes siempre ha considerado como las dominadas.
[13] La revolución feminista definida por la autora es necesaria, atípica, total, permanente, progresiva y autónoma.
Con la paridad se restablece la auténtica universalidad que el patriarcado, asentado en el contrato social, hurtó a la humanidad y es una estrategia orientada a ampliar la libertad, la igualdad y la autonomía de las mujeres, en cuyo tránsito las políticas de discriminación positiva cumplen un papel provisional.
El conocimiento científico (desde las ciencias naturales a las ciencias sociales) aparece sesgado respecto al género, en forma y grados diversos, tanto en lo que se refiere a las teorías mismas, conceptos, hipótesis, generalizaciones, etc., Ninguna ciencia es objetiva o neutral ya que su “racionalidad” ha estado mediada por una construcción de la mujer y del hombre, desfavorable a las mujeres.
[16] La autora, que nació en una familia pobre y disfuncional, expone el hecho de que cada cultura crea y piensa a las mujeres desde los mitos, los prejuicios, los miedos, la tradición, las costumbres y todo ese andamiaje cultural a tenor del cual las mujeres han sido consideradas inferiores, subordinadas a la figura del hombre-varón o institución que represente sus intereses -, está presente como substrato en todas las ciencias.
A comienzos del siglo XX, las mujeres son clasificadas según su pertenencia social en ricas y pobres.
Las mujeres ricas, en cambio, serán consideradas enfermas a causa se su ciclo menstrual.
La Constitución venezolana de 1999 visibiliza a las mujeres como sujetas políticas, como ciudadanas por medio del lenguaje, primeramente.
Ley es concebida como una respuesta integral a la violencia machista o sexista Pero, Elida Aponte indica que el patriarcado venezolano, que goza de inmejorable salud, ha enfilado una y otra vez sus baterías contra la Ley y, en algunos casos, contra las feministas de manera expresa.
Sin embargo, no se pueden diseñar estas políticas ni ejecutarlas, desde empapelados escritorios, con la inspiración diagnóstica del ojo bizco sobre la situación de las mujeres, mirando siempre al interés masculino y sin la experticia feminista requerida.
Las mujeres denuncian que se orienta el aparato policial, judicial, fiscal, abogadil y de defensoría pública para que el agresor, el presunto criminal machista no sea trastocado por la ley en sus intereses ni en su libertad, dejando a la víctima en sus manos, acrecentándose con tal comportamiento, la impunidad, la indefensión y hasta los femicidios de las mujeres.
[17] Las críticas a Élida Aponte se centran en la siguiente afirmación: "Hay la necesidad y la urgencia de que el Estado implemente políticas públicas, así como programas, planes, proyectos y otras iniciativas que propendan a la prevención, información, asesoría, atención, sanción, erradicación y eliminación de la violencia contra las mujeres".