Esto exigía en la práctica que las decisiones del Sejm fueran unánimes, y el veto podía pronunciarse al presentar mociones, al momento de votar éstas, o inclusive una vez aprobadas ya las mociones sin que la asamblea se hubiera disuelto aún.
Tal institución suponía un elemento raro en la Europa del siglo XVI donde las monarquías centralizaban su autoridad cada vez más promoviendo el absolutismo y reduciendo severamente el poder político de la aristocracia local.
En otros países como Suecia, Dinamarca, u Holanda, la expresión "como parlamento polaco" se convirtió en frase común equivalente a "anarquía" o "ineficacia".
En tiempos del siguiente rey, Augusto III (1734-1763) este número empeoró: tras 30 años de reinado apenas en una ocasión el Sejm logró emitir acuerdos unánimes.
Bajo el reinado de su sucesor, Estanislao II (1763-1795), los Sejm siguieron operando bajo la regla del liberum veto y la aristocracia hostil al rey maniobró contra éste.