los creían descendientes del rey galés Madoc, quien en 1100 aproximadamente, salió de Gales en barcos hacia el oeste y ya no volvió.
Las mujeres estaban poco consideradas, las casaban a los 12 años y eran esclavas del marido.
Aun así, la línea femenina regía en el parentesco, en las dos primeras castas les era permitida la poligamia y, generalmente, las esposas del mismo hombre eran hermanas.
Había tres castas: caudillos, guerreros y plebeyos, cada una de ellas con un tótem protector que intercedía ante el Gran Espíritu por su protegido.
Envolvían a sus muertos con pieles de bisonte, para que no entrara aire, y los colocaban en un catafalco con los pies hacia el este.
Cuando el catafalco se deshacía, quemaban los restos del difunto, excepto el cráneo, que era colocado en tierra.
Los expedicionarios levantaron el fuerte Mandan para pasar allí ese invierno y la shoshone Sacajawea les hizo de guía.
En 1806 les visitó Alexander Henry, de la Compañía del Noroeste, quien consiguió comerciar con pieles.