Dotado de un espíritu curioso, realizó sólidos estudios, leyendo en particular a Cayo Salustio y Plutarco.
En 1644, y cuando ya contaba treinta años, Luis XIII le nombró coadjutor de su tío.
Tras reclamar el cese de Mazarino, fue informado de que éste había huido a Saint-Germain, donde el rey se encontraba en cama y adónde había ido la reina para cuidarle.
Dos cabecillas lo vigilaban y el futuro Luis XIV no perdonó jamás a su coadjutor esta humillación.
Furioso, Mazarino declaró vacante el arzobispado mientras Retz huía a España y luego se refugiaba en Roma dejando dos vicarios para administrar la diócesis en su nombre.
En 1655, Alejandro VII sucedió a Inocencio X y Mazarino, que había aprobado la bula Unigenitus, acusó al Papa de ser un jansenista convencido.
Pero Alejandro VII, elegido en parte gracias al apoyo de Retz, lo negó reiteradamente.
Constituye la porción más importante, pues ocupa tres cuartas partes de la obra total.
La tercera parte constituye el relato de su destierro en Italia; las Memorias se interrumpen bruscamente en 1655.