Poco después fue ascendido a oficial y se le otorgó una lugartenencia en el regimiento de Rouergue.
Durante el asedio conducido por el Duque de York tuvo muchas ocurrencias que hicieron que este fuera demasiado arduo para las tropas británicas, las cuales decidieron darlo por concluido.
Este éxito le hizo escalar rápidamente varios puestos en la jerarquía militar.
Su relación con París fue aprobada y obtuvo el comando del ejército de la costa oceánica.
Los representantes del gobierno declararon por decreto que Hoche y su ejército habían obtenido el mérito de la nación.
Parecía que todo le fuese bien pero, nada más salir a mar abierto, los elementos se desencadenaron, salvando así a Inglaterra de los problemas que esta empresa le hubiese creado.
La flota francesa fue dispersada por un huracán de gran potencia y Hoche debió regresar a su patria.
Las denuncias calumniosas de sus enemigos no tardaron en hacerle perder este comando, que fue confiado a Augereau.
Ofendido y humillado por este trato, pidió ser juzgado por la magistratura, cosa que no tuvo lugar.
Un poeta ilustre, Chénier, celebró, en nobles versos, la gloria del héroe que había perdido su patria a una edad tan joven.
El Lycée Hoche y la homónima plaza de Versalles están dedicados en su honor.