Día de la sangre

Los sacerdotes de la diosa Cibeles (gallos, galos o, en latín, galli) se autoazotaban hasta sangrar y rociaban la sangre sobre la estatua y los altares del santuario, mientras que otros se castraban a sí mismos en memoria e imitación de la emasculación de Atis, dios de la vegetación, muerto y resucitado.

Estos actos, tan dolorosos y dramáticos permitían a sus fieles identificarse con su dolor y su muerte, y se les dedicaba un ciclo de fiestas, que se celebraban del 15 al 28 de marzo.

El ciclo comenzaba con la llamada entrada de la caña el día 15 por los cannephori en conmemoración de una siega sacrifical y daba comienzo un ayuno que terminaba el Dies Sanguinis.

Ese día, donde la significación de la sangre era tan importante para el ritual y debido a que el emperador Domiciano prohibió la castración, fue sustituido por el ritual del Taurobolio, sacrificando un toro, para obtener de su sangre el elemento para proceder a un bautismo que confería al devoto una nueva vida.

[1]​ Estas festividades, al igual que la mayoría de fiestas paganas, desaparecieron entre los años 292 y 294 d. C. a raíz de la feroz persecución que sufrieron por parte del emperador cristiano Teodosio I, materializada por las prohibiciones derivadas del edicto de Constantinopla.