En 1915, durante la Primera Guerra Mundial, Geoffrey Richter-Douglas (Michael York), teniente del Ejército británico y de ascendencia germana, conoce a Stephanie (Alexandra Stewart), una espía alemana que le atrae.
Una vez que se declare apto para volar, el dirigible se usará en una operación militar para sustraer o destruir documentos históricos británicos, incluyendo la copia de la carta magna, oculta en el castillo de Balcoven en Escocia.
Geoffrey distrae al operador inalámbrico de la nave el tiempo suficiente para enviar un mensaje a la Inteligencia británica sobre la ubicación del LZ36.
Cuando el operador regresa y descubre lo que Geoffrey ha hecho, se enzarzan en una pelea, pero Geoffrey consigue dejarlo inconsciente y lo lanza por una ventana abierta, explicando al capitán que el operador se cayó mientras quitaba el hielo de la aeronave, tal como había sido ordenado a varios miembros de la tripulación.
Los oficiales al mando aceptan la explicación, pero Geoffrey ya no puede enviar más información, porque Erika aparece y desmonta un componente crucial de la radio.
Geoffrey se ve forzado a unirse al asalto, aunque consigue apartarse para intentar activar la alarma.
Las fuerzas británicas entablan un tiroteo con los alemanes, quienes optan por retirarse sin lograr su objetivo para evitar la pérdida del dirigible.
A pesar de ello, el zepelín consigue huir en la oscuridad con una tripulación reducida, y poco después, es avistado por aviones británicos en su persecución.
Varios aviones son abatidos en el subsiguiente combate aéreo, y el zepelín sufre daños severos.
Geoffrey, Erika y los escasos miembros sobrevivientes de la tripulación alcanzan la costa justo en el momento en que el dirigible estalla.
Actualmente, hay demasiados cineastas que tratan de imponer sus perspectivas personales sobre temas sociales y morales al público.