Los bizantinos enviaron un gran ejército contra los búlgaros, pero fueron derrotados decisivamente en la batalla de Aqueloo en 917.
[4] Los bizantinos entregaron mucho oro a Pablo, convenciéndole del peligro de una Bulgaria fuerte para Serbia[4], por lo que se preparó para atacar.
[4] Zacarías, que había vivido largo tiempo en Constantinopla, probablemente estaba resentido con los búlgaros desde su captura, y no era un aliado fiable.
En 923, Simeón envió tropas, pero resultaron insuficientes para sofocar a los rebeldes, y varios generales búlgaros fueron asesinados.
[8] En septiembre de 923, tuvieron una entrevista en Constantinopla,[8] donde se discutió la paz, pero Simeón la abandonó sin firmar o jurar los términos.