Sus raíces etimológicas son: yeka-tl o eka-tl, "aire"; pitz-auak, "casa delgada", y tla-n, "abundancia", y quiere decir "Lugar de sutiles aires", como así se advierte.
Se dice que su toponimia refiere a los hombres de narices afiladas o aguzadas.
Se cree que los gobernantes tenían unos chalchihuites atravesados en la nariz, como dice Chimalpain: a honra del diablo.
Se dice, también, que proviene del Ehecatl el dios del aire, Ahuac la casa delgada y Tlan lugar que quería decir el lugar de los aires sutiles.
Chimalpain menciona que los nonoalcas al pasar por Chalco fueron malvistos por su dios Tezcatlipoca, quien maldijo a los Chalcas quienes, por esta ofensa tuvieron que pedir perdón; desde entonces Tezcatlipoca se convirtió en el dios de la región.
Cuando fue por primera audiencia, parte hacia España dejando este señorío en manos del encomendero Diego de Olguín.
Cortés volvió de España en 1529 con la cédula de donación del marquesado del valle; Yecapixtla y sus vecinos estaban entre las poblaciones concedidos al conquistador por Carlos V.
A finales del siglo XVI, el monasterio comenzó a perder descendencia sobre la población a causa del predominio de los seculares y del surgimiento industrial en la región de Cuautla; los vecinos de Yecapixtla, abandonaron el monasterio y se contrataron en las haciendas.
El monasterio cuenta con elementos como un atrio monumental, una capilla posas, capilla abierta, templo monumental y convento y una huerta anexa en la que existen árboles de diferentes especies.
Para el tiempo prehispánico, la fiesta del tianguis grande se realizaba en la veintena “Tlaxochimaco” (veintena corresponde al mes en el calendario náhuatl), aproximadamente del 18 de agosto al seis de septiembre; esta fiesta fue como un ritual de admiración y respeto al señor del comercio.
Por ello se realizaba el gran tianguistli, donde los moradores podían intercambiar productos que consistían en semillas, flores, plumería, mantas, calzado, pieles de animales silvestres, utensilios para la caza, además de gozar de las danzas que realizaban los guerreros a la sagrada energía del cosmos; en ellas también participaban todos los moradores.
La música interpretada con sus instrumentos autóctonos (a saber, flautas de carrizo, tecocollis –caracol-, teponaztles, Ayacachtli –maracas- y los huehuetl –tambores-).
“In ye tlauizcaleua” (al despuntar el alba), se realizaba el saludo a los cuatro rumbos del universo; buscando siempre esa armonía con la naturaleza y el cosmos.
Se emprendía el caminar de un nuevo día para regenerar la vida en todo su esplendor.
Durante los festejos del día, se realizaba “El gran Tianquistli”, donde se daba el trueque de productos y mercancías; que eran traídas por los moradores del lugar y los pochtecas de la región.
En este tianguis, se encontraban productos de alfarería como jarros, cazuelas, molcajetes, metates, ollas de barro y platos del mismo material; alfarería con un tratamiento especial en el pulido ya que estaba dedicada para uso exclusivo en el servicio religioso.
Con la conquista religiosa, esta fiesta es respetada por los frailes agustinos, y en un sincretismo es bien aceptada la gran plaza del trueque.
Sus orígenes se remontan al siglo XIX y son un antecedente de los Chinelos.
El Matacuero es una alegoría del soldado español que llegó durante y después de la conquista a estas tierras pobladas por los tlahuicas.
La cecina de Yecapixtla ha ganado fama no solo a nivel nacional, sino también internacional, debido al proceso tradicional y artesanal que se sigue en su elaboración, pero sobre todo por su inigualable sabor y calidad, sin lugar a dudas, nuestra cecina es considerada el platillo típico por excelencia del Estado de Morelos, y se constituye como un referente del arte culinario de nuestro país.