Apócrifa o no, la divisa se ajusta a Galileo por su actitud frente a la autoridad que representaba la Iglesia en las verdades de la fe, y frente a Ptolomeo y Aristóteles en las verdades de la ciencia, ambas verdades acordes con una visión del cosmos en el que la Tierra era el centro alrededor del cual rotaban el resto de cuerpos celestes, y no tanto por ser él quien hubiera planteado la alternativa, pues ésta es copernicana, ni porque la autoridad eclesiástica, entre la que se encontraban amistades y protectores del mismo Galileo, impidiera su estudio o divulgación, pues así se hacía sin problemas en occidente.
[cita requerida] Efectivamente, el Renacimiento era un hervidero de ideas que replanteaban la visión global de la realidad, de la cual la misma Iglesia no era ajena, entre cuyos doctores figuraban no pocas eminencias en filosofía natural, y que tomaban la teoría heliocéntrica como una hipótesis que podía contemplarse, siempre sin desbordar las fronteras de las matemáticas y la física, y en ningún caso poner en duda la realidad convenida en las Escrituras, que para ello tenía Roma censores para revisar y la Inquisición para juzgar.
No obstante, durante el pontificado del Papa Urbano VIII, con el que tuvo varias audiencias sobre el asunto, redactó y llevó a censura su Diálogo sobre sistemas máximos, en el que confrontaba los dos sistemas astronómicos planteando, siempre como hipótesis, una teoría heliocéntrica combinable con la exégesis bíblica, pero, por error o dolo, Galileo tomó como oficial y completa lo que según la Iglesia era una revisión oficiosa e incompleta de su libro, publicándolo en Florencia en 1632.
En ese sentido, el proceso fue más por un acto de desobediencia que por la descalificación del sistema ptolemaico establecido y defendido por la Iglesia.
En todo caso, independientemente de que el renunció al renuncio fuera o no susurrado en el mismo tribunal, el que la teoría copernicana era incontrovertible hacía tan falso el retracto de Galileo como la teoría ptolemaica, así que en los años posteriores al juicio ya debió ser frase comentada en sus círculos y reverberada por su prestigio hasta incorporarse a la tradición oral, y así lo demuestra una pintura española que ya en 1643 retrataba al genio de Pisa escribiendo en la pared de su calabozo su 'eppur', imaginado porque entre otras cosas, Galileo no llegó a estar en la cárcel.