William Barnes

[1]​ William fue a la escuela de Mullett en Sturminster,[2]​ donde fue considerado el muchacho más inteligente del colegio;[1]​ y en 1815 su pericia para la escritura fue decisiva para su admisión en la oficina de un notario en aquella pequeña ciudad.

En 1818 dejó Sturminster por la oficina de un tal Coombs en Dorchester, donde continuaría su educación nocturna con otro bondadoso clérigo.

La escuela crecía en número, y Barnes ocupaba todo su tiempo libre estudiando con asiduidad, leyendo durante estos años a autores de índole tan diversa como Heródoto, Salustio, Ovidio, Petrarca, Buffon y Burns.

[1]​ Hacia 1829 hizo su primera visita a Gales, y le causó una honda impresión la idea de la pureza del lenguaje, que se convirtió casi en una pasión para él.

En junio de 1835 abandonó Mere y se estableció en Durngate Street (Dorchester),[3]​ donde puso en marcha otra escuela, mudándose a un alojamiento más amplio en 1837.

En 1862 disolvió su escuela y se trasladó a la rectoría de Winterborn Came, que le había sido ofrecida por su viejo amigo, el capitán Seymour Dawson-Darner.

[Nota 3]​ Allí trabajaría sin descanso en verso y prosa, contribuyendo copiosamente a magacines.

Fue un párroco rural admirable, familiar y poco convencional por sus rimas, un erudito con los más amplios intereses, cuyo horizonte activo aún estaba estrictamente ligado a los campos y las tierras altas de Dorsetshire.

Caminaba pesadamente, con paso amplio y firme, a pesar de la ligera encorvadura ocasionada por los años.

[2]​ También hizo grandes progresos en el arte del grabado en madera, y con el dinero que recibió por una serie de piezas para una obra titulada Un paseo por Dorchester, imprimió y publicó su primer libro, Orra, un cuento de Laponia, en 1822.

Caroline Norton,[Nota 4]​ quien hizo mucho por dar publicidad al genio de Barnes.

[Nota 5]​[3]​ Hwomely Rhymes (cuya segunda edición aparecería en 1863) contenía algunas de sus composiciones más conocidas.

[1]​ Su trabajo en el Glosario de Dorsetshire acrecentó su admiración por la lengua vernácula y su aversión hacia las formas latinizadas.

[3]​ Su poesía es de carácter esencialmente inglés; ningún otro escritor ha mostrado un cuadro tan sencillo y sincero de la vida familiar y del trabajo en la Inglaterra rural.

"Sus rústicos son, por regla general, gente feliz, y rara vez sienten el aguijonazo del resto del moderno género humano ―la desproporción entre el deseo de serenidad y la facultad de obtenerlo―".