El visor óptico o directo de la cámara fotográfica está formado, en general, por dos lentes, una convergente (ocular) y otra divergente, o por un pentaprisma o pentaespejo y una lente convergente (ocular), que permiten al fotógrafo ver la imagen y disparar simultáneamente (a diferencia de las grandes cámaras antiguas, no se ha de retirar una placa de cristal esmerilado o una pantalla blanca, sobre la que se observaba la imagen formada por el objetivo y colocar la película tratada con las emulsiones fotosensibles en su misma posición.
En las SLR, la pantalla mate o de enfoque hace este papel, pero no se sustituye por la película sino que se desvía la luz a la película, que está a igual distancia óptica del objetivo que la pantalla de enfoque, a través del espejo móvil).
Como el ocular de todo instrumento óptico, la imagen final dada se forma en el infinito, de forma que su visualización se realiza con los músculos ciliares relajados, lo que evita la fatiga ocular.
La imagen visualizada en las cámaras no-reflex, como en los visores marco, no está invertida (como ocurría en las grandes cámaras de placa) y tiene la ventaja, con respecto al visor marco, de que las lentes permiten mirar con mayor nitidez y detalle el campo visual a fotografiar, además de formar imagen en el infinito, o muy lejana.
Algunos visores ópticos llevaban en su interior una líneas guías que delimitaban el encuadre, dejando un mínimo margen de seguridad.