Se sabe que Zuloaga mostró la pintura a Pablo Picasso y Rainer Maria Rilke.[6] En primer término a la izquierda, domina la composición la colosal y estática figura de san Juan, arrodillado.[13] Efi Foundoulaki insiste en la «actividad del triángulo Picasso-Cézanne-El Greco, que queda establecida en Les Demoiselles d'Avignon».[17] Según Foundoulaki, «el diálogo que Picasso inauguró con El Greco en Les Demoiselles d'Avignon, por medio de Cézanne, es llevado adelante por el cubismo».[17] Richardson ve en esta pintura del Greco el catalizador que mostró a Picasso cómo aprovechar la energía espiritual de un gran artista religioso para sus propios fines.