Cerca del emplazamiento actual del Nuevo Puente Pueyrredón, en dirección hacia la desembocadura en el Río de la Plata, se ubicaba uno de los tantos pasos, el Paso Pedro Salazar (llamado así por un vecino que tenía una chacra cerca del paso, actualmente se lo conoce como Vuelta de Berisso).
El tal Gálvez no era ingeniero, pero conocía las artes de la construcción.
El Cabildo tuvo problemas con Gálvez porque éste puso maderos de menor espesor al estipulado, pero todo siguió igual.
El puente se dio en concesión a Gutiérrez Gálvez, que lo explotaría por un período de 5 años, se encargaría de su mantenimiento, y cobraría un peaje para el mismo.
Se le daba tarifa preferencial a los indios, mulatos y negros, que abonaban la mitad.
Fue reconstruido varias veces: en 1806, cuando los ingleses avanzaban sobre Buenos Aires se lo incendió para que no pudiesen cruzar, pero éstos igual se las ingeniaron atando varias embarcaciones de un lado a otro del Riachuelo.
El 23 de diciembre siguiente, expulsados los invasores, se habilitaba nuevamente.
Prilidiano Pueyrredón quedó muy perjudicado económicamente y su salud se agravó considerablemente, falleció en 1870, sin ver terminado su puente.
Este sistema posee un elevado peso de mecanismos con relación a la estructura metálica.
Estos mecanismos resultan delicados con piezas sometidas a enormes desgastes y de conservación costosa.