Vicente de Cañas y Portocarrero

[7]​ Partió con credenciales del rey Carlos IV para el zar Pablo I, pero llegado a París el 1.º de enero de 1799, tropezó con las reticencias del Directorio francés ante un diplomático amigo enviado a un país hostil.

[3]​ Las trabas de las autoridades le obligaron a demorarse en París al menos hasta marzo.

Gozaba de bastante predicamento en la corte y era declarado partidario del príncipe Fernando.

Por entonces aconsejó al rey que acudiera a Bayona de Francia para entrevistarse con Napoleón.

Poco después viajó a Bayona en el séquito del nuevo rey, quien allí le designó su representante personal para cumplimentar al gran duque de Berg, cuñado de los Bonaparte.

[12]​ Mientras que otros guardias, disconformes con la usurpación, abandonaban el cuerpo o pedían ser separados del mismo.

[9]​ Avanzada la Guerra de la Independencia, depuso el tibio afrancesamiento que había profesado hasta entonces.

[1]​ En su deserción del bando francés le acompañó otro teniente general: Pedro Rodríguez Laburia.

El resultado de esta batalla fue desastroso para los nacionales, pero el duque del Parque jugó un buen papel defendiendo la posición de Mesas de Ibor, y fue elogiado así por Cuesta: «En realidad todas las tropas que mandó el duque del Parque aquel día con su acostumbrada serenidad y pericia, hicieron olvidar las pasadas derrotas y dispersiones».

[1]​ En otoño consiguió dos importantes victorias contra las tropas franceses: la primera y más importante el 8 de octubre en Tamames (Salamanca), donde derrotó al ejército del general Le Marchand, lo que permitió recuperar Salamanca y comprometer el dominio francés en Castilla la Vieja.

Y una segunda, más dudosa, en Carpio (Valladolid), donde venció al general Kellermann el 23 de noviembre.

Se leyó una representación, que este había elevado a las Cortes vía Consejo de Regencia y Ministerio de la Guerra, quejándose de que se hubiera puesto en duda su honorabilidad por haber estado en Bayona al formarse la Constitución del Rey intruso, y solicitando ocasión para justificar su conducta y hacer manifiesto que no había desmerecido la confianza pública, lo que podía paralizar su viaje a las Canarias como capitán general.

Tras una larga deliberación, las Cortes acordaron contestar al Consejo de Regencia que el duque del Parque podía proseguir su viaje a las Canarias, y no haber motivo para dudar de su lealtad y honorabilidad.

[21]​ Asimismo, su nombre figura entre los nobles españoles que la policía de Fernando VII y la Inquisición consideraban masones.

Este matrimonio —único que contrajo el duque— solo duró tres años, pues la esposa murió en 1774 dejándole un niño de tierna edad.