Se distinguió desde joven por su refinada belleza, casándose con Adriano en el año 100 a instancias de la emperatriz consorte Pompeya Plotina y de Matidia la Mayor.
El matrimonio, sin embargo, no fue feliz; no tuvieron hijos, debido a que, según se dijo, Sabina usó métodos anticonceptivos para evitar tener descendencia, pues para ella tener hijos con Adriano habría significado «dañar la raza humana».
Es probable que haya quedado embarazada de su esposo al menos una vez y que se haya provocado un aborto.
Sabina era de carácter fuerte e independiente y sus creencias acerca del matrimonio chocaban constantemente con el emperador.
Al parecer, entre los años 119 y 122 aproximadamente, la emperatriz mantuvo relaciones íntimas con el historiador Suetonio, en esos momentos secretario ab epistulis del emperador, lo que motivó, al llegar estos amoríos al conocimiento de Adriano, la caída en desgracia y consecuente expulsión de la corte imperial del historiador oficial, junto con el prefecto del pretorio Cayo Septicio Claro alrededor del año 122.