Tras la unificación de Italia, la ciudad comenzó un gran período arquitectónico para festejar este evento.
Mucha más fortuna tendrán los dos planos reguladores de 1884 y 1885, el primero fue firmado por Castiglia, el segundo por Giarrusso.
La obra fue impresionante, y contemplaba la demolición de palacios nobiliarios, iglesias, conventos, barrios populares.
[1] El modelo en el que se inspira es el París proyectado por el barón Haussmann por órdenes de Napoleón III.
El trazado preveía una prolongación de la Via Roma desde la Piazza San Domenico hasta la Via Ingham, hecha construir por esta familia inglesa para llegar más fácilmente a su casa desde el norte y desde el mar.
El punto de unión con la Via Cavour se trasladó según un nuevo eje diferente.
El Gobierno italiano, muy interesado en actuar como pacificador en la espinosa situación, insituye una Comisión Gubernamental de Investigación.
Vista desde la perspectiva actual, "esta fatal desviación de Via Roma no parece tan terrible.
Además, el entusiasmo por la gran arteria de la ciudad, que debía ir recta 'al modo moderno' desde la Piazza Giulio Cesare (donde se encontraba la estación) hasta la Via Cavour, había disminuido grandemente después de las polémicas que surgieron sobre las distribuciones catastrales y las demoliciones.