Vera Nabókova

Se manejaba con absoluta fluidez en cuatro lenguas -además del ruso, inglés, francés y alemán-, estaba versada en los clásicos de la literatura y leía habitualmente la prensa (llegó a declarar que recuerda haber leído su primer periódico con tres años).Aunque volvieron a San Petersburgo -rebautizada como Petrogrado en agosto de 1914- la estancia fue efímera, pues la familia Slónim abandonó definitivamente la ciudad, mediante un periplo que los llevó a Odesa, Estambul, Sofía, Viena y Berlín, donde se establecieron definitivamente en 1921.Nabókov, que era ya relativamente conocido entre la emigración rusa en Berlín por su actividad como poeta escribiendo bajo el seudónimo Sirin, había visto como pocos meses antes su compromiso matrimonial era roto por parte de su prometida, Svetlana Siewert.La situación económica del nuevo matrimonio no era en absoluto desahogada: al tiempo que escribía poemas, piezas teatrales y sus primeras novelas, Nabókov, impartía clases particulares de idiomas; Vera multiplicó su esfuerzo, trabajando de secretaria, traductora, mecanógrafa, taquígrafa y maestra.En el caso de Vera la dificultad era triple: como mujer, emigrada rusa y judía.Sin embargo, la reticencia al cambio por parte de Vera, así como la imposibilidad, debido a cuestiones legales, de trabajar en la capital francesa fue retrasando dicha decisión, hasta el momento en que la situación se hizo insoportable en Berlín.En enero de 1937, Vladímir Nabókov abandonó, para no volver durante el resto de su vida, definitivamente Alemania: el plan era visitar Francia, Bélgica y Reino Unido para dar una serie de conferencias y reunirse con editores y otros contactos literarios; Vera se reuniría con él unas pocas semanas después, ya en Francia, donde se establecerían.La pasión amorosa no había terminado y Vladímir continuó escribiéndose con Irina e incluso llegaron a verse de nuevo en Cannes; sin embargo, finalmente, rompió de forma definitiva toda relación con ella para intentar salvar su matrimonio.En Alemania y Francia, los Nabókov estuvieron inmersos en el mundo de la emigración, en América eran extranjeros.Colaboró en la preparación de las lecturas, conferencias y cursos, ayudando a escribir los temarios e, incluso, sustituyendo a su marido cuando este no podía impartirlas (incluyendo, por ejemplo, tres trimestres completos en 1947 en que Nabókov se ausentó por enfermedad).En 1948, Vladímir Nabókov abandonó el Wellesley College para aceptar un puesto en la Universidad de Cornell (Ithaca).Vera se convirtió en ayudante permanente de su esposo: lo acompañaba allá donde fuese por el campus, acudía a las clases, sentándose en primera fila e interviniendo en estas -que llegaban a convertirse en algunos momentos en un intercambio de comentarios eruditos sobre literatura rusa y europea-, así como se ocupaba de otras tareas más mundanas, tales como limpiar el encerado, repartir papeles entre los alumnos y vigilar durante los exámenes, que luego también corregiría ella.Finalmente, decidieron enviarla a editores extranjeros; en 1954, contactaron con Maurice Girodias, cuya editorial, Olympia Press, tenía en su catálogo varios libros de corte erótico y pornográfico y que terminaría por hacerse con los derechos del libro en lengua inglesa.Mientras, Dmitri, el hijo del matrimonio, se había licenciado cum laude en 1955 en la Universidad de Harvard.Si bien Dmitri continuaría con esta tarea durante años, orientó su carrera hacia la ópera, lo que finalmente lo llevaría a establecer su residencia en Italia.Dejaron Estados Unidos en dirección a Europa, en principio como algo temporal, para promocionar Lolita y pasar unos meses de vacaciones; sin embargo, nunca más volverían a residir en América, y sus estancias allí serían ya escasas.En Montreaux, quedó instalada en un apartamento con una asistenta interna; pese a todo, esto supuso nuevas cargas para Vera.En ese mismo año, su hermana Sonia Slónim, con quien también mantenía una buena relación, se traslada desde Nueva York a Ginebra.En cambio, con su hermana Helena, que vivía en Suecia, la relación (principalmente epistolar, pues sólo se vieron una vez, en 1962, desde el regreso de Vera a Europa) siguió siendo muy tirante.En 1980, su hijo Dmitri sufrió un accidente automovilístico que le causó gravísimas quemaduras y lo mantuvo 42 semanas en cuidados intensivos; Vera, ya avejentada y de frágil salud, permaneció todo ese periodo junto a él.
Tumba de Vladímir y Vera Nabókov en Cimetière de Clarens (Suiza)