[2] El emplazamiento perteneció a un particular desde su descubrimiento pero fue adquirido por la ciudad en 1880 tras la sugerencia de Rodolfo Amedeo Lanciani.
La creación del sepulcro se remonta a comienzos del siglo III a. C., una obra de Lucio Cornelio Escipión Barbato, cónsul en el año 298 a. C., cuyo sarcófago, el único que permaneció intacto, ocupaba el puesto de honor y que fue trasladado a los Museos Vaticanos, conjuntamente con las inscripciones originales.
Dos de las cabezas realizadas con toba proveniente del Aniene encontradas en la tumba se encuentran ahora en los Museos Vaticanos.
El sarcófago monolítico de Lucio Cornelio Escipión Barbato se encontraba al final del pasillo, en fila con lo que una vez pudo ser una ventana, ahora la entrada principal.
No se corresponden completamente con la escultura etrusca, pero muestran elementos originales de Latium y particularmente de la cultura romana, y son comparables con otras tumbas romanas (como la Necrópolis Esquilina) en otras ciudades como Tusculum.
La tapadera acaba con dos almohadas en cada extremo ("pulvini") que de perfil se asemejan a las volutas jónicas.
Esculpido sobre el flanco superior puede observarse un objeto cilíndrico en el que ambos extremos terminan con hojas de acanto.
Sobre la tapadera está presente una inscripción con el patronímico del difunto (pintada), junto a otra más larga y tardía (esculpida), en versos saturnios.
También en este caso el epitafio es doble: uno pintado sobre la tapadera que reproduce el nombre y los principales cargos del difunto; otro esculpido sobre la caja, como en el caso de Escipión Barbato, que reproduce, en versos saturnios, una parte de la oración fúnebre.
La posición del sepulcro, en un hueco excavado a bastante profundidad a partir de un pequeño espacio restante, demuestra que hacia la mitad del siglo II a. C. el lugar de sepultura ya estaba casi completo, siendo necesarias las primeras ampliaciones.
Esto indica que a mitad del siglo II a. C. la tumba estaba casi al completo.
La inscripción (una reproducción), es particularmente larga y relata algunas cualidades del difunto, aparte mención de su corta edad: especifica que vivió veinte años y que no tuvo tiempo de alcanzar ningún cargo.
La inscripción (reproducción) es la única que ha sobrevivido completa y reproduce los cargos del difunto (pretor, edil curul, cuestor, tribuno militar en dos ocasiones y miembro del decenvirato) además de ensalzar la estirpe de los Escipiones.
El hispano murió hacia el año 139 a. C. y por ello puede datarse la ampliación del sepulcro entre el 150 y el 135 a. C., probablemente al mismo tiempo que la remodelación de la fachada en la que se creó un arco para el acceso a esta seguna ala.