Tratado del Ebro

El Tratado del Ebro fue un acuerdo alcanzado en 226 a. C. entre la República romana y el general Asdrúbal el Bello, en representación del Estado púnico, por el que se fijaba el río Ebro (latín: Iber) como el límite entre ambas potencias en la península ibérica.

Bajo los términos del tratado, Cartago no se expandiría al norte del Ebro, siempre y cuando Roma no hiciera lo propio hacia el sur.

[1]​ Polibio cuenta que el general púnico Aníbal estaba buscando un pretexto para la guerra,[2]​ de manera que tras consultar brevemente al Senado cartaginés, puso la ciudad bajo asedio durante ocho meses.

Se dice que los cartagineses compararon este tratado con el realizado entre Cayo Lutacio Cátulo y Amílcar Barca en 241 a. C., argumentando que los romanos se negaron a aceptar el convenio entre los dos generales porque no había sido ratificado por su pueblo.

[5]​ Los enviados romanos descalificaron este razonamiento, y ante la incapacidad de llegar a un pacto la guerra estalló en 218 a. C. El conflicto resultante fue la conocida como segunda guerra púnica, que duró hasta 201 a. C.

El río Ebro.