En general se daría un continuismo del modo de vida indígena, convirtiéndose en una ciudad estipendiara, es decir, que paga tributo o "stipendium" a Roma.
[2] En época augusta se iniciaría un programa monumental que la equipararía a una verdadera urbs romana.
Uno de estos primeros asentamientos se sitúa en el Cerro del Bú (sobre un cerro de la orilla izquierda del río Tajo), del que se han obtenido numerosos restos en excavaciones realizadas, y que se pueden observar en el actual Museo-Hospital de Santa Cruz, en Toledo.
La ciudad desarrolló una importante industria del hierro que la llevó a acuñar moneda.
[6] Los romanos dejaron numerosos vestigios en la faz toledana, como un imponente acueducto, del que únicamente se conservan las bases a ambos lados del Tajo, una vía romana, parte de la cual se puede ver en las laderas de los cerros de la margen izquierda del río, y un circo,[7] ubicado en un parque público y parcialmente desenterrado.