Timeo Danaos et dona ferentes

Esta frase tiene su origen en la mitología griega vista por los romanos, y más concretamente en la guerra de Troya.

Cuando al intentar quemar el caballo, Laocoonte y sus dos hijos son devorados por dos enormes serpientes, los troyanos consideran que el caballo ha sido ofrecido a la diosa Atenea, e interpretan la muerte de Laocoonte como un signo de su desagrado.

Atenea ciertamente envió las serpientes y ayudó a gestar la idea del caballo, pero sus intenciones no eran tan pacíficas como imaginaban los desprevenidos troyanos.

Cuando el observador que habían enviado para verificar la partida de los griegos descubre a la flota oculta en un oscuro puerto, es asesinado.

Esta frase aparece en el cómic Asterix legionario[1]​ (1969) páginas 17 y 38 en su edición de 1977) para referirse al orden alfabético T.

Caballo de Troya según Virgilio del Vaticano.