Homer quiere comprar ropa para caballeros gordos pero se queda atorado a la escalera eléctrica ya que los cordones de sus zapatos están desatados.
La jueza Constance Harm revisa el expediente de Bart y comprueba que éste tenía antecedentes criminales.
Cuando Bart ingresa al Reformatorio, ve junto a los otros prisioneros sus futuros empleos, todos relacionados con la venta de comida rápida.
Homer ve un cartel en donde se solicita un guardia de seguridad y decide tomar ese puesto para evitar que molesten a Bart.
Gina encuentra una herrería y luego de que el herrero les abra las esposas, quedan libres.
La ex-convicta sigue su camino y cuando Bart la alcanza, la encuentra llorando, ya que en realidad, ella no tenía a dónde ir.