El hombre protector conduce a la mujer que baila con los ojos cerrados, 'como dormida'.
La mujer, por el contrario, baila las figuras más suaves, dibuja 'ochitos' en la pista, luce por sus adornos ('boleos') y camina hacia atrás, en plena confianza.
El tango argentino es el baile de la improvisación, y convencionalmente el hombre es el coreógrafo espontáneo que compone la danza nuevamente en cada paso.
El Tango Queer invita igualmente a las parejas heterosexuales a invertir los repertorios de género: las mujeres aprenden la técnica de conducir y los hombres mejoran su sensibilidad bailando la parte convencionalmente 'femenina'.
Pero estas postales vienen de los cabaretes de París y tienen un acento masculino y voyeur: Una vez aceptado por la sociedad francesa, se olvidó la mala fama del tango en Buenos Aires, en Montevideo.
[5] En el año 2006 se utiliza por primera vez el término "tango queer" en Buenos Aires para denominar una práctica devenida luego milonga, organizada por la profesora y bailarina Mariana Docampo.