[1] Fue una mujer que procuró estar presente en actividades de muy diverso tipo.
Participó en certámenes literarios, impartió conferencias en foros de diverso tipo, fundó centros de participación educativa y literaria y no desdeñó la colaboración en la prensa.
Le movía el interés por la literatura, por la pedagogía y por un feminismo incipiente que tenía su máximo exponente en Concepción Arenal y en Emilia Pardo Bazán, a quienes admiraba.
En ese año fue trasladada a la Escuela Normal de La Habana, donde ocupó su cargo hasta 1898, en que Cuba obtuvo la independencia.
La formación y cultura recibidas le permitieron no sólo ejercer una profesión, lo que le supuso la independencia económica, sino la capacidad de expresión y reflexión, así como la capacidad de inculcar esos valores entre sus alumnas.
[4] Su discurso educativo, está marcado por la crisis del 98 y se manifiesta en el convencimiento de que educación y cultura son armas redentoras de los pueblos e impulsoras del progreso.
En su juventud alternaba su tarea docente con la participación en certámenes literarios provinciales como los Juegos Florales de Soria donde fue galardonada.
[4] En 1917 publicó en Madrid su obra poética Pasajeras,[10] donde mistificación, sublimación y misticismo paisajístico, junto con la vuelta a sus raíces castellanas, la sitúan muy cercana al movimiento noventayochista.