Nacido en una familia de pintores, escultores y orfebres, y huérfano precoz de su padre escultor, se dedicó en un primer momento a la orfebrería, dirigiendo más tarde su atención al dibujo y al grabado.
Allí permaneció desde 1633 hasta 1636 y conoció a grabadores franceses y editores como Israël Henriet y François Langlois, que influyeron en su decisión de trasladarse a París en 1639, cuatro años después de la muerte de Jacques Callot.
En París alcanzó pronto, gracias a los grabados encargados por el cardenal Richelieu, el éxito mundano.
Frecuentó a cortesanos, artistas de teatro y literatos, aunque rechazó honores demasiado opresivos.
Durante este tiempo, continuó además enviando láminas, grabados y hojas a sus editores parisinos.