Cuando llegó al campo, las mujeres embarazadas eran asesinadas tras dar a luz y los bebés ahogados en un barril.
Mutti (Madre) como la apodaron en el campo, asistió en el parto a aproximadamente 3000 mujeres en condiciones infrahumanas: barracones fríos, llenos de ratas y piojos, inundados, y cuidó a los recién nacidos hasta donde pudo con muy pocas provisiones; las madres no tenían leche porque la mayoría estaban desnutridas, no había calefacción y los nazis no daban colchas.
Se estima que solo 30 nacidos en el campo sobrevivieron, sin embargo otros cientos que reunían las características físicas pretendidas por los nazis sobrevivieron al ser enviados a orfanatos, aunque probablemente nunca conocieron a su verdadera familia.
El 27 de enero de 1970, exactamente 25 años después de la liberación del campo, Stanisława asistió a un homenaje público en Varsovia donde se reunió con ex-prisioneras y sus hijos ya adultos nacidos en Auschwitz que Stanisława había ayudado a venir al mundo, bautizó en la fe católica y cuidó como pudo.
Su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación donde cientos de visitantes cada año, rinden homenaje a una mujer que en las peores condiciones demostró humanidad y lealtad a su fe.