Solana de los Barros

Conviven con estos restos, otros de carácter tardo-romanos y visigodos que hasta la actualidad no han sido excavados.

El enclave fue ocupado  en la reconquista por los legendarios y enigmáticos caballeros de la Orden del Temple.

Es a mediados del siglo XV cuando en la dehesa de Solana se funda la villa con el mismo nombre.

Debido a estas vicisitudes, el núcleo entró en franca decadencia y fue abandonado.

También le importaba delimitar la frontera noroccidental con respecto al rico término pacense, que amenazaba continuamente con engullir este lugar.

En el siglo XVI, el poeta holandés Enrique Cock alababa la bondad de esta orografía solanera con estos versos: “Salve madre fecunda de frutos, campiña de Solana a la que el sol dio nombre y en sus rayos asiduos solea, si primavera acuosa te dispensa la lluvia oportuna ningún campo hallarás que a competir con el tuyo se atreva”.

Constataba este interrogatorio el corto vecindario, así como el poco ganado que había.

Durante las guerras hispano-portuguesas del siglo XIV resultó arrasado repetidamente, lo que dificultó su desarrollo.

En esa época la propia iglesia parroquial aparece casi destruida, celebrándose los cultos en la hoy desaparecida ermita de Los Mártires.

A la caída del Antiguo Régimen la localidad se constituye en municipio constitucional en la región de Extremadura, entonces conocido como Solana.

Las sucesivas reconstrucciones experimentadas por el pueblo quedan de manifiesto en la estructura regular que hoy presenta su trama edificatoria.

Al frente presenta torre fachada en avance con sencilla portada, sobre la que se ha dispuesto modernamente un campanario con tejadillo sobre un edículo de transición.

Se dedica principalmente a la agricultura, especialmente al cultivo de la vid y el olivo.

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