Sin embargo, rechazarían la idea de que se pueda formular una explicación completa sobre la base de mecanismos puramente sociológicos o factores y procesos físicos, químicos, neurológicos, hormonales o psicológicos subyacentes.
Para una crítica del reduccionismo desde la perspectiva de la física y la biología modernas, véase Morowitz (1981).
El enfoque sociológico[3] enfatiza la importancia del lenguaje, las representaciones colectivas, las autoconcepciones y la autorreflexión.
La teoría sugiere que el problema de la conciencia se puede abordar de manera fructífera comenzando con el grupo humano y los fenómenos colectivos: comunidad, lenguaje, comunicación basada en el lenguaje, formalismos institucionales y culturales.
La conciencia humana en al menos un sentido principal es un tipo de actividad reflexiva.
Esta es una base para mantener un colectivo particular tal como se entiende o representa; es una base para reorientar y reorganizar el yo colectivo en respuesta a fallas de desempeño o crisis profundas (económicas, políticas, culturales).
Además, en relación con el pasado, presente y futuro, los agentes pueden generar representaciones alternativas.
Estas construcciones alternativas imaginadas, discutidas, luchadas y probadas, contribuyen a la generación de variedad, un aporte importante en los procesos sociales evolutivos.
En general, tales procesos mejoran la capacidad colectiva para hacer frente a nuevos desafíos y crisis.
Por lo tanto, las presuntas ventajas evolutivas de la reflectividad humana deben ser calificadas o vistas como condicionales.