Su captura proporcionaría un acceso directo al mar Mediterráneo, además, la ciudad sería un lugar estratégico para el Imperio sasánida en el que comenzar la construcción de una flota naval y que sin duda debilitaría al Imperio bizantino.
Sin embargo, la oferta del general sasánida fue rechazada, y en consecuencia sus tropas se prepararon para un bloqueo.
Durante veinte días sin parar, el ejército persa atacó continuamente los muros de Jerusalén con ballestas y otros artilugios militares.
Poco después de que el ejército persa entrara en Jerusalén, tuvo lugar un sacrílego saqueo sin precedentes.
La ciudad fue conquistada y la Santa Cruz permaneció en manos sasánidas unos quince años, hasta que Heraclio la recuperó en 629.