Además, ese crecimiento no se traduce directamente a los estratos económicos más bajos y la movilidad social, sino al crecimiento de las grandes empresas que se benefician directamente del sistema.
Las bajas pensiones y altas comisiones desincentivaron el interés de la gente por afiliarse, demostrando que el sistema previsional no funciona en un mercado competitivo.
[10] En Chile, con sistema único y obligatorio, los cotizantes del sistema privado perciben al jubilarse haberes equivalentes a entre un tercio y la mitad de lo que ganaban durante la vida laboral activa (incluso para aquellos sin vacíos previsionales) demostrando que, aunque sea el único sistema de previsión, la capitalización individual no funciona a beneficio de los afiliados.
En El Salvador, a diferencia de otros países, aquellos cotizantes cuyos abonos al sistema no logran alcanzar los 25 años de cotización requeridos por la ley no tienen derecho a una pensión, lo cual es percibido como una pérdida para los afiliados y una ganancia para los accionistas.
Debido a esta situación, si para 1999 el 64% de los afiliados al SAP cotizaban, ese porcentaje se redujo en 40 puntos hasta el 24% registrado en 2016, indicando que el sistema no es atractivo para las personas ya que lo perciben como una pérdida de ahorros.